Para combatir a los roedores se utilizan tanto productos químicos como trampas. Estos deben ser aplicados por personal idóneo y respetando las normas del fabricantes. Solo así se puede garantizar la eficacia y se evitarán daños a personas y animales domésticos que no son el objetivo.
En cuanto a los cebos exteriores, es primordial usar sólo raticidas autorizados para este uso. Se ubicarán dispositivos que garanticen la debida eficacia contra los roedores, teniendo en cuenta el evitar el acceso a los mismos de animales que no son el objetivo y de personas (niños), como también proteger el rodenticida de los factores climáticos.
Dentro de las instalaciones, los puntos de entrada son los más importantes, considerados de alto riesgo, y debe prestarse atención especial al tipo de cebos seleccionados para estas zonas. Los cebos deben estar colocados en dispositivos herméticos que sólo permitan el acceso (entrada-salida) del roedor. Deben estar ubicados en lugares poco expuestos para evitar el contacto con personas y animales. Se emplean cebos (granulados o parafínicos) colocados sobre bandejas especiales y señalizadas para tratar zonas inaccesibles ó de poco acceso.
Los métodos no químicos de control pueden dividirse en dos tipos: trampas viscosas ó pegamentosas (de adherencia ó trampas de pegamento) y las de golpe seco ó atrapamiento las cuales se utilizan en forma puntual en desratizaciones de ciertos edificios. Estas trampas son colocadas en la trayectoria de los roedores, asegurando su eficacia, se deben revisar diariamente y evaluar el comportamiento de la plaga para definir de ser necesario acciones de otra naturaleza, de tipo preventivo (pasivo) ó de químico (rodenticidas).